Ella, esa mujer sencilla, quien me invitaba a rezar,
recuerdo arrodillándonos en aquel recoveco del baño, donde imperaba la imagen
de un venerable que esperamos sea declarado santo, en mi inocencia de infante, desconocía a este señor, ella
elevaba sus plegarias y daba siempre las gracias al padre, yo sabía que él nos
miraba y nos oía, por lo que siempre quería ir al baño en aquel recoveco a rezar con mi
abuela María, para hablar así con Dios ante la imagen del señor del sombrero.
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